Contra todo pronóstico, me despidieron. Ocurrió poco antes de que termina mi periodo de prueba. A última hora de la jornada laboral, dos de mis colegas me reunieron en una de las salas de juntas para darle una patada a mi bonito trasero. ¡Zasca! Argüieron motivos estructurales, los muy embusteros. Fue una experiencia bastante desagradable.
Para una existencia curtida como la mía, este revés, inesperado pero cierto, me encabrona muchisisisimo, pero no me desestabiliza. Al contrario, reaviva las ganas que tengo de elevarme en Berlín, ¿si?